Comentario
A la misma generación que Andrade y Monteagudo pertenece también Diego de Romay, un magnífico arquitecto de personalidad quizá un tanto eclipsada por la de su coetáneo Andrade, si bien su prestigio social fue ya reconocido en su tiempo. Día a día, los archivos van desvelando datos que lo revelan como uno de los arquitectos más representativos del período en Compostela, en donde trabajó durante toda su vida, sirviendo de contrapunto a la actividad del maestro de obras de la catedral, con quien quizá hubo de coincidir en el círculo artístico de Vega y Verdugo, a quien tanto debe Diego de Romay, integrante de una fecunda familia de artistas compostelanos y que tuvo su primer contacto con la arquitectura en relación con Melchor de Velasco, de quien toma ese sentido armónico de las proporciones y ese gusto decorativo que Romay desarrolla en un sentido claramente barroco.
En 1661 Romay realiza un dibujo de las trazas de la fachada de la Quintana y del Tabernáculo de la catedral de Santiago, pero en realidad hasta 1673 no se conocen obras suyas, lo que lleva a pensar que hasta entonces formaría parte de algún taller de arquitectura, quizá incluso trabajando fuera de la ciudad, en el mencionado año, los monjes de San Martín Pinario le encargan el remate de la sillería de coro a su iglesia, que vino a enriquecer, con su exuberante decoración de elementos fitomorfos, cabezas de ángeles y elementos arquitectónicos, la severidad clasicista de los tableros corales. Es probable que Diego de Romay realizase algunas otras obras en el monasterio benedictino, pero por el momento es difícil precisarlas. Intervino también en diversas obras en el Colegio de Fonseca y trazó y construyó la Casa de las Pomas, en la Rúa Nueva, edificio compuesto de bajo asoportalado y dos plantas en el que, al esquema palaciego derivado de Melchor de Velasco (palacio del obispo de Quito, en Padrón), se le superpone en las esquinas una magnífica decoración de sartas de frutas al modo de las de Andrade, a quien se había atribuido la obra.
Los trabajos más importantes de Diego de Romay van a centrarse, no obstante, en el campo de la arquitectura religiosa: la iglesia del convento de las Madres Mercedarias, la conclusión de la iglesia de la Compañía y una probable intervención en la del monasterio de Conxo, todo ello en Santiago. El planteamiento de todas estas iglesias es muy similar, de una extraordinaria sobriedad decorativa, dotando al espacio interior de una gran armonía de proporciones, un recinto amplio y practicable presidido por una media naranja de extraña decoración de ramas y motivos vegetales en el caso de la iglesia de las Madres Mercedarias, fundación del arzobispo Girón, cuyo sepulcro se halla en el presbiterio de la iglesia y fue trazado por Diego de Romay a imitación del de don Francisco Blanco en la iglesia de la Compañía.
La parte más novedosa del convento de las Madres Mercedarias es su fachada, descentrada respecto al lienzo de las dependencias conventuales para potenciar la visión desde el vecino arco de Mazarelos (una de las puertas de la antigua muralla), en una concepción urbanística que repetirá en la fachada de la iglesia de la Compañía. La estructura de la fachada recuerda a la del convento de la Encarnación de Madrid, sobre todo por el triple vano del cuerpo bajo el que contrasta con el efecto macizo del segundo cuerpo, en donde el relieve central de la Anunciación está flanqueado por escudos; recorre la fachada una exuberante y naturalista decoración de sartas de frutas que nuevamente ponen en relación a Romay con Domingo de Andrade.
En 1670 Diego de Romay comienza a trabajar para la iglesia de la Compañía de Santiago, ya que en este año se le encarga una traza para concluir el edificio, según refiere el padre Rivera. Se construye entonces el actual cuerpo de la iglesia y la fachada, que hasta ahora se había considerado un modelo foráneo aportado quizá por un arquitecto jesuita; Bonet Correa ha analizado el tratamiento dado al hastial, de acusado aire civil y volcado en un diálogo con el entorno urbano, un espacio estrecho que condicionó la articulación muy plana de la fachada, así como la planta rectangular del campanario, erigido en 1719.
La última obra conocida de Diego de Romay fue el mascarón levantado en honor de doña María de Neoburgo con motivo de su visita a Santiago en 1690, obra de arquitectura efímera, hubiese sido interesante poder contar con sus trazas o descripciones, ya que quizá contenía planteamientos novedosos que con posterioridad podrían desarrollarse en la arquitectura permanente. Diego de Romay murió en Santiago en 1694.